En un mundo marcado por el avance de los smartphones y el desarrollo constante de aplicaciones, la frase “Hay una app para eso” se ha vuelto repetida. De la misma forma, en el mundo de los datos han comenzado a emerger una serie de estándares que buscan facilitar la estructuración y eventual publicación de los datos para diversos fines. De ahí que -con bastante sentido de la ironía- se diga que “hay un estándar para eso” es el nuevo hay una “app” para eso.

Desde ILDA, tenemos como hipótesis de trabajo que los estándares son importantes para favorecer la estructuración y liberación de datos, para su eventual reutilización. De hecho, por este motivo es que actuamos en el campo de contrataciones abiertas tratando de entender de qué forma podemos mejorar la publicación de los contratos públicos, con el objetivo de que nuestras sociedades obtengan mayor valor por sus recursos y los mismos se ejecuten con mayor integridad y transparencia. De igual forma hemos comenzado nuestro trabajo para estandarizar los datos sobre feminicidios/femicidios en América Latina, pues pensamos que este proceso aportará a visibilizar y, eventualmente, actuar contra esta lamentable realidad en América Latina. También nos encontramos trabajando sobre estándares para publicar datos de clima e infecciones de enfermedades de transmisión vectorial, en particular el dengue. Finalmente también trabajamos en un estándar para monitorear la calidad del aire y los servicios de salud en América Latina.  

Esta semana participamos -invitados por nuestros aliados de Open Data Coop Services– en el Open Data Institute en Londres de un taller destinado a reflexionar sobre estos procesos. Hemos conocido experiencias diversas en términos de desarrollo de estándares con ejemplos desde el sector social hasta las reparaciones de aparatos electrónicos, o incluso los servicios sociales de un determinado país. Está claro que el trabajo realizado de forma pionera, tiene varios compañeros a nivel internacional. Lo común de mucho de estos estándares es que tienen por objeto estructurar información sobre temas complejos, muchas veces con disputa acerca de los conceptos que se buscan estructurar, y con gran importancia para las sociedades. Dicho de otra forma, no se trata de un nuevo estándar web, sino que se encuentra imbricado dentro de complejos procesos sociales.

Pero, ¿pueden los estándares ayudar a cambiar realidades complejas dentro del gobierno y la sociedad? O ¿son procesos técnicos, que probablemente tengan escaso impacto? La discusión de los participantes y nuestra propia experiencia sugiere que esta pregunta debe abordarse con cuidado. Los procesos de estandarización fuerzan a todas las organizaciones a pensar qué tipo de datos precisan, cómo lo recolectan, de qué manera se almacena y eventualmente en los procesos de uso de los mismos. En muchos casos, particularmente dentro del sector público, tenemos evidencia de que estos procesos pueden ayudar a mejorar la calidad de los datos con los que se dispone. Pero estandarizar información no equivale necesariamente a que la misma sea usada por quienes pueden o deben resolver un problema público. Los datos estructurados son condición necesaria, pero no suficiente, para que puedan ayudar a resolver los problemas que plantean.

Pero, entonces, ¿cómo lograr que los estándares tengan impacto? Las discusiones que sostuvimos, asumen que no todos los estándares de datos son diseñados de la misma manera, ni presentan el mismo nivel de madurez. Por un lado existe la necesidad de explorar procesos que involucren a las comunidades de práctica que trabajan estos estándares. Cómo hemos aprendido de nuestro trabajo en feminicidios estos procesos son generalmente complejos, y necesitan de un grado importante de entender las comunidades y temas con los que se trabaja, para dar sentido a la estandarización de información y considerar los posibles usos de la misma. Por otro lado existen barreras técnicas para la discusión de los estándares, notoriamente el uso de herramientas tales como git, o la complejidad de desarrollar esquemas de publicación de datos, depende mucho de la capacidad técnica de las comunidades involucradas. Y finalmente, existe la necesidad de tener supuestos de porque la estandarización sería útil para un determinado sector, y los riesgos que la misma conlleva. El hecho que se  estandariza la información puede llevar a entender que la misma es confiable, o que la misma debe ser siempre abierta, cuando en realidad el estándar es una cuestión de forma y no del fondo.

En los próximos meses ILDA seguirá trabajando en materia de estándares, tratando de entender cómo deben ser diseñados, qué impacto tienen en las organizaciones que lo implementan y de qué forma pueden contribuir al cambio social, así como los riesgos que implican estos procesos. Irónicamente, en este emergente mundo de estándares aún no tenemos metodologías estandarizadas que nos permitan reflexionar sobre ellos.

Este post fue escrito por Fabrizio Scrollini con contribuciones de Silvana Fumega, Juan Pane y Gabriela Rodríguez